1 de septiembre de 2009

El arte de la envidia



Consejo del día: Dejá de ser esclava del microondas!
Accesorio del día: Comprate una agenda.
Ten paciencia con... las baldosas flojas de los días de lluvia.

Aunque a veces tenés el autoestima por las nubes, eso es en general muy excepcionalmente. Pero nunca falta, siempre hay algún día que te sentís divina. No importa nada. Salís a la vida a llevarte todo por delante. Con tanto envión salís que a veces terminás mal…
Porque claro, te sentís una diosa infartante pero no te das cuenta que la mina que camina al lado tuyo en la calle mide 40 cm más y no parece un gnomo de jardín como vos; o quizá te acabás de teñir de negro y parecés Morticia Adams, mientras que tu compañera de laburo se calzó el rubio y no para de recibir piropos. Pero no importa, caminás altiva. Pero cuando bajás a comprarte un café te das cuenta que la mina que tenés al lado, que debe tener alrededor de 45 años y 3 hijos parece más pendeja que vos: ¡Hasta se luce unos pantaloncitos blancos hiper ajustados! Para colmo, vos con tu escueto café con edulcorante y ella con un capuccino con dos medialunas. ¡Que vida cruel!
Al final del día parece que te hubieras estrolado contra una pared. Pero bueno, no te desanimás. LLegás a tu casa para hacerte la rigurosa “ensaladita” (que después termina equilibrada con 40 rebanadas de pan y un chocolate de postre para compensar). Después te pasás la crema esa que venden por la tele, que hace como 3 meses que la usas para ver si “reafirma” un poco la piel. Y ahí se te viene la idea macabra a la cabeza. Despechada, para sentirte un poco mejor y mañana levantarte airosa nuevamente, pensás: “Claro, seguro a la pendevieja le sacás el pantalón y se le cae todo. Ni hablar de la rubia que mañana lo va a tener zanahoria y esa piba que caminaba en la calle que medía como 20 metros. Pobre, seguro tiene que comprar calzado en zapatería de hombres.”
Somos víboras. No podemos con nuestro genio.

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